Según la OMS el sobrepeso y la obesidad se definen como acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud, las cifras son alarmantes y siguen en crecimiento, por lo que se han venido tomando medidas farmacológicas para disminuir esta pandemia, sin embargo existen otros factores sociales y comerciales que omiten el principio fundamental de tratar la salud y se enfocan en modelos erróneos de cuerpos delgados y obsesión por disminuir la ansiedad que en muchos casos hay factores psicológicos o emocionales de por medio, y se han utilizado los fármacos para bajar de peso de manera indiscriminada.
Los psicofármacos, anorexígenos, ansiolíticos, diuréticos, hormonales, o hasta dietas inadaptadas, se han venido utilizando de manera errónea y es donde nos damos cuenta que el remedio puede ser peor que la enfermedad. Para cada caso existen indicaciones y supervisiones específicas.
En el caso de los fármacos para bajar de peso, se llaman anorexígenos, son psicofármacos que deberían estar solo indicados en casos diagnosticados y supervisados por un médico idóneo que conozca y se actualice en el tema, tomando en cuenta ciertos factores individuales de cada paciente, analizando cada patología asociada, los medicamentos de uso crónico, mecanismo de acción de los fármacos, dosis aptas y descensos adecuados.
Los agentes anorexígenos se indican en los siguientes casos:
Paciente con obesidad, donde el tratamiento con dieta, ejercicios y manejo del comportamiento respecto a los hábitos alimentarios ha fracasado, y pacientes que tengan sobrepeso con enfermedades concomitantes significativas, tales como diabetes, dislipidemia, hipertensión arterial con un IMC superior a 25 kg/m2, que persiste a pesar del tratamiento con dieta, ejercicios y modificación del comportamiento de hábitos alimentarios.
Estos fármacos cuentan con la aprobación de la FDA (Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos para el tratamiento de la obesidad). Sin embargo es necesario conocer los principios en la utilización de los agentes anorexígenos recomendados por la OMS, de los cuales podemos resumir:
1) El resultado del tratamiento es eficaz cuando se asocia a cambios en los hábitos de alimentación
2) Estos fármacos sólo son coadyuvantes en un tratamiento integral e individual, con cambios en el estilo de vida a largo plazo ya que la obesidad ha sido catalogada por consenso mundial como una enfermedad crónica
3) Que los medicamentos para el manejo de la obesidad no curan esa condición, solamente ayudan al paciente a mejorar sus hábitos y crear rutinas en un tiempo prudente, habitualmente cuando son discontinuados de manera abrupta o se utilizan por tiempo prolongado se produce tolerancia, adicción y una recuperación del peso perdido
4) Debe compararse el riesgo asociado a su uso y el beneficio para cada paciente, y sólo se mantendrán si son seguros y efectivos.
5) Los medicamentos utilizados para el control de la obesidad deberán ser manejados exclusivamente por médicos
6) La duración del tratamiento con medicamentos no deberá ser mayor a 6 meses (dependiendo del fármaco), recomendándose un período de descanso si se considera necesario repetirlo.
La tolerancia es cuando los efectos producidos con la misma sustancia y la misma cantidad son cada vez menores, es una alteración metabólica por uso crónico y desmesurado de ciertas sustancias a las cuales el cuerpo intenta defenderse, y puede traer consigo también la dependencia.
Acá el tema es como utilizar los fármacos y obtener un resultado eficaz sin generar dependencia y efecto rebote; hoy en día existen consensos acerca de la necesidad de tratar la obesidad con medicación, además de cambios en el estilo de vida y actividad física, principalmente en aquellos que además ya presentan complicaciones y enfermedades asociadas a su peso, un médico adecuado sabe cómo manejarlos con las dosis justas para evitar la adicción tolerancia y efecto rebote, así como vigilar el comportamiento del fármaco y el paciente para no apoyarse sólo en la sustancia sino también en el esfuerzo de la persona.
Si se cumple el objetivo, con una valoración médica adecuada, se receta de forma individual, se utiliza el fármaco y las dosis adecuadas por el tiempo correcto, la dosis se disminuye en forma decreciente y escalonada (nunca hay que suspenderlo de manera drástica), y además el paciente logra cambiar sus hábitos no genera efecto rebote ni síndrome de abstinencia.
El problema principal al que nos enfrentamos en esta situación es la automedicación, aunque estos fármacos son de uso médico exclusivo, se ven casos donde las personas han accedido al fármaco sin autorización médica, sin conocer cómo actúan los fármacos, cuál es el medicamento más seguro para cada caso, los efectos secundarios, las contraindicaciones, dosis, el tiempo de consumo, las interacciones con otros fármacos, la seguridad y uso adecuado, entre otros factores, además de no llevar una vigilancia médica durante su uso, solamente un médico entrenado tiene el conocimiento para utilizarlos y llevar un tratamiento integral con el paciente, así como acompañarlo en su evolución y metas independientes.
En los próximos días estaré explicando un poco más sobre el “efecto rebote”
“La Salud no lo es todo, pero sin ella todo lo demás es nada”